miércoles, 31 de agosto de 2011

¡Feliz Año Nuevo!

Feliz Año Nuevo para todos los que, como yo, acaban el año el 31 de agosto.
Felicidades.
Para el Año que comienza deseo que se os cumplan los sueños, que consigáis los objetivos propuestos, que no cometáis los errores de siempre y que completéis todas las colecciones.

Yo, por mi parte y como sugerencia por si le sirve a alguien, hago publica mi lista de buenas intenciones (amplia y ambiciosa como corresponde):
  • Aprender inglés pero sin liarme más de la cuenta.
  • Subir por las escaleras pero sin gastar energías innecesarias.
  • Tener paciencia interminable pero sin dejar pasar ni una a los impresentables.
  • Callar a tiempo pero hablar sin temores.
  • Cultivar la amistad.
  • Descubrir cada día una mini-felicidad.
  • Relativizar los disgustos.
  • Recuperar ilusiones perdidas.
  • Arreglarme con esmero.
  • Dormir a pierna suelta.
  • Oir los consejos y hacer después lo que crea conveniente.
  • Dar consejos sólo cuando me los pidan.
  • Escuchar más música.
  • Llegar al próximo fin de año con los deseos cumplidos.
(Imagen: mycoolespacio.com)

martes, 30 de agosto de 2011

La sangre con letra entra

Hace unos días me acabé esta camiseta de patchwork  El motivo, una fantástica hada, enseñaba con glamour su lección en una pizarra.

Estuve unos días, mientras festoneaba las diferentes telas, pensando en cuál sería esa lección que me gustaría mostrar al lucir mi camiseta.
Y, de repente, se me encendió una lucecita. ¿Qué frase había marcado toda una época en la educación, había arruinado la ilusión de muchos por aprender y de no pocos por enseñar?: "La letra con sangre entra".
Y por eso la lección debía ser clara: "La sangre con letra entra".
Porque lo que yo quiero reivindicar, mostrar, propagar, difundir, compartir... es que es la letra -el saber, la lectura, el aprendizaje, la enseñanza,el modelaje- la que hace la sangre -hace crecer, desarrolla, hace persona, amplía la mente y los horizontes, da fuerza y valor, templanza ante el destino y consuelo ante la adversidad-.

Esta entrada está dedicada a todos aquellos. maestr@s, profesor@s, padres y madres, amig@s, consejer@s... que confían en que lo que enseñan con paciencia y amor dé sus frutos en forma de vidas mejores, más justas y más felices. A pesar de las dificultades, a pesar del desconsuelo de muchos momentos.

(Imagen: fotografia personal)

viernes, 26 de agosto de 2011

La familia Churumbel o a quién habrá salido este niño

Para aquellos de vosotros que paséis de los cuarenta no os será desconocido el mundo de los tebeos que tantas tardes -sin play, sin ordenador, sin canales infinitos en la TV- llenó en nuestra infancia.

"La familia Churumbel" era un clásico, creado por Manuel Vázquez, que gustaba mucho en un mundo todavía políticamente incorrecto: una familia gitana hacía del hurto su modo de vida excepto el hijo mayor que se dedicaba a estudiar y trabajar para desesperación de sus padres y abuelo.
Hoy en día no podría publicarse algo así sin que se denunciara el hecho en todas las instancias oficiales y no oficiales; saldría en los telenoticias y sería objeto de repulsa -cuando menos de puertas para afuera- por parte de todos los líderes políticos. Su creador debería pedir perdón públicamente y, por supuesto, dejaría de publicarse inmediatamente. Pero el uso que se hace de los tópicos, el sentido del humor que tienen -o no tienen- los diferentes colectivos y la necesidad de ser siempre políticamente correctos es otro tema y yo voy a lo que voy.

Y a lo que voy, como siempre, es al tema de lo que se le pide a los hijos y de lo que de ellos se obtiene. Cada familia, cuando espera un hijo, crea una imagen de esa criatura que, en su inocencia, espera que se corresponda con la realidad.
Primero es una imagen física: el bebé será guapo, regordete, digno de una portada, sacará lo mejor del padre y de la madre. Cuando eso no es así hay un período de adaptación que a muchas personas les produce incluso depresión o problemas serios. He leído que  padres de niños prematuros que, por muy guapos que vayan a ser, pasan un período en el cual su aspecto es angustioso, necesitan superar una fase de decepción.
Después vienen aspectos básicos del crecimiento: ha de dormir bien, comer bien, controlar esfínteres sin problemas, andar y hablar con prontitud, etc. El baremo lo ponen los hijos ajenos o los artículos de revistas especializadas.
Llega la hora del cole y entonces ese hijo será ese niño que aprende pronto a leer y a escribir, que no tiene problemas de relación, que es educado y que trae unos informes impecables.
Y llega la adolescencia y ese hijo caminará por los caminos de la responsabilidad, tendrá presentes los consejos de sus padres, les demostrará su cariño y su rebeldía se circunscribirá a pequeñas escaramuzas dialécticas que tranquilizarán a sus padres demostrando que su hijo es un adolescente normal.
La juventud no traerá más problemas que los propios de esa edad: sabrá escoger una carrera adecuada -porque por supuesto estudiará- y se emparejará con alguien acorde a su educación y su carácter.

Y fin de la historia. Los padres llegarán tranquilos y relajados a la vejez. Repasarán los álbumes familiares y comentarán cómo sus hijos sólo les han reportado momentos de felicidad.

Pero, ay, puede que nos encontremos en la penosa situación de la familia Churumbel: ese hijo bienamado en quien hemos puesto todas nuestras ilusiones, será diferente en algún momento de su vida a como lo habíamos "diseñado". Puede que sea feo, que no duerma, que llore interminablemente, que tenga problemas para aprender, que pegue a los compañeros, que empiece a fumar, que nos chille, que se relacione con amigos que no nos gustan, que oiga música insufrible -para nuestro criterio-, que deje los estudios o los aparque, que encuentre una pareja ante la cual se nos abran las carnes... No todo ello a la vez, por caridad, pero sí algo que desdibuje esa imagen ideal que habíamos soñado desde que lo vimos en la ecografía.

Y entonces viene nuestra tarea, ardua, dura. Una tarea como la de recuperarse de una enfermedad, como la de rehabilitarse de una adicción: aceptar que los hijos no nos pertenecen, que vienen de nosotros pero no son nosotros, ni nuestros sueños, ni nuestros planes, ni nuestros objetivos. Quererlos como son, por lo que son y a pesar de lo que son.
Y mientras lo conseguimos siempre podemos pegarnos los berriches de Manuel Churumbel. Buena crianza.

(Imagen: Manuel Vázquez)

jueves, 18 de agosto de 2011

De mi pasado vengo (VI)

Los veranos son azules. Para los niños los veranos siempre son azules.
Ni cruceros de lujo, ni complejos resort todo incluído, ni yates ni playas recónditas.

Un pueblo abandonado a la fuerza, Susqueda, de donde la gente tuvo que salir y dejar sus casas, sus tierras, sus vidas. Una desgracia que es una alegría para un puñado de niños que viven un verano inolvidable.

La más pequeña de la foto, con mini vestido, enseñando las braguitas como tocaba en aquella época, soy yo. Mi tío José me coge por los hombros. A mi alrededor mis primos, un tío lejano y un chaval que no recuerdo.

Mi tíos trabajaban en la construcción del embalse y, mientras, vivían en una de las casas vacías del pueblo.
Allá fuimos mis padres y yo a pasar unas semanas de agosto. Correteando entre las hierbas, viendo los ágiles alacranes esconderse bajo las piedras, yendo a buscar agua a la fuente, contemplando extrañada a la única mujer que se resistía a dejar lo suyo y que quería ser sepultada por el agua... qué pequeñas y qué grandes eran las cosas cuando se tenían los ojos inocentes.Calor y chicharras. Libertad y compañía. La felicidad en estado puro. Noches de confidencias apenas entendidas desde mi corta edad. Días de aventuras. Ni pasado ni futuro: el presente en estado puro que da las más grandes satisfacciones.

Homenaje a un verano azul lejos del Sur que tantos veranos azules me dio.
¿Quién recuerda más veranos de puro placer?

(Imagen: fotografía familiar. Verano del 66)

martes, 9 de agosto de 2011

Cosas que hacen verano

El olor de los higos.
Las largas siestas.
El canto de las chicharras.
Los polos de hielo.
Los "me alegro verte".
El aire de un ventilador.
Los "cacharritos" de la feria.
Las canciones machaconas.
El reloj en el cajón.
Los olivares infinitos.
Los acentos olvidados.
Las sombras diminutas.
Los reencuentros.
Volver a ver las estrellas.
El chorro de una fuente.
Los besos de pueblo.
La pereza sin culpabilidad.
El calor envolvente.
La vida sin Internet.

(Imagen: articulos.infojardin.com)