domingo, 1 de mayo de 2011

Receta infalible para acabar un día de la madre

Que mi prójimo no me critique, y si me critica que no me entere, y si me entero que no me importe

La frase no es mía -no recuerdo dónde la leí- pero la suscribo.
La crítica siempre es constructiva para quien la hace: une, crea vínculos, entretiene... La crítica da sentido de comunidad, establece lazos que de otra manera serían difíciles de crear, descubre afinidades. Antes se criticaba en los patios de vecinos, en las puertas de las casas, tomando el fresco. Se criticaba al primero -o a la primera- que osaba retirarse, al que llegaba tarde. Hoy se critica desde los medios de comunicación, entre compañeros de trabajo, entre amigos, en las redes sociales. Los vecinos ya no interesan porque ni se tienen en común ni se conoce su vida y milagros.

Para los receptores de las críticas éstas pueden ser demoledoras o totalmente inocuas. Depende de la sensibilidad de cada uno y de quién la hace. El refranero nos da pistas: "No ofende quien quiere sino quien puede", "Quien escucha, su mal oye"... Cuanto más débil la autoestima, cuanto más fina la piel, más duro el enterarnos de ser objeto de críticas. Por el contrario hay quien prefiere "que hablen de mí, aunque sea bien", paradoja que representa a los que deciden que ser el centro de una conversación siempre es grato.

Debemos tener claro que no nos escapamos de las críticas. Un signo básico de madurez es aceptar esta premisa y no pretender que todo el mundo nos quiera y nos encuentre sólo virtudes. Pero claro, como todo lo que implica madurez, es duro de conseguir.
Así que recitemos este mantra para sufrir un poco menos: "Que mi prójimo no me critique, y si me critica que no me entere, y si me entero que no me importe".

(Imagen: bligoo.com)

Día de la madre

Por las pataditas en la barriga. Por sentir la vida crecer en mí.
Por descubrir en otros ojos un vínculo eterno.
Por la primera palabra. Por las sonrisas. Por los bracitos que se alargan desde la cuna.
Por las canciones a voz en grito en el coche. Por los dibujos. Por los besos espontáneos. Por los besos robados.
Por las broncas y las lágrimas. Por las expectativas cumplidas y por las fracasadas.
Por todo lo bueno que queda por venir. Por todo lo bueno vivido. Por lo malo que nos une. Por lo que conseguiremos juntos.
Por ayudarme a ser mejor persona, más generosa, más abierta, más flexible. Por ayudarme a dejar el tabaco, a comer verdura y a cumplir horarios.
Por la alegría de ser como son, por la esperanza de que sean como serán.
Por darme ganas de vivir incluso cuando las sombras acechan.
Porque vienen del pasado y van hacia el futuro. Porque me lo dan todo sin saberlo.
Porque son libres y son míos.

(Imagen: Forges)