sábado, 9 de julio de 2011

El fin de los buenos tiempos

El problema de los buenos tiempos es que no te avisan. No se compran en un centro comercial; no hay indicadores callejeros que te prevengan de su llegada; no se corresponden con una edad, ni con un momento de la vida, ni con una situación concreta. Son buenos tiempos porque sí: porque el río de la vida corre con aguas mansas; porque hemos encontrado lo que buscábamos; porque las personas que nos rodean nos dan paz; porque tenemos y no aspiramos; porque creemos que la felicidad se puede tocar con la punta de los dedos...

Y luego llega el fin. Tampoco lo anuncian luces de neón; tampoco recibes una carta de aviso; tampoco estás preparada para ello. Llega el fin porque se alejan cosas que tuviste; porque descubre el decorado que hay tras las fachadas; porque pierdes incluso sin jugar; porque las mañanas son más frías y las noches más largas; porque el peso del hoy te oscurece el mañana; porque sientes temor; porque echas de menos y , todavía peor, echas de más; porque no tienes templanza, ni sosiego.

Pero el mundo gira y quizá atraquemos de nuevo en playas felices; quizá los buenos tiempos estén agazapados, traviesos, juguetones... esperándonos en cualquier recodo del camino para asaltarnos de nuevo y ensancharnos el corazón. Que así sea.

(Imagen: óleo de Hans Paus: "Buenos tiempos II")