jueves, 9 de junio de 2011

Expulsados del paraíso

Acurrucarte en la cama de tus padres. Disfrutar haciendo el equipaje. Creer en los Reyes Magos. Alegrarte con las visitas imprevistas. Poner dientes debajo de la almohada. Llenar la bañera de animales. Escuchar cuentos en la cama. Quedarte en casa cuando tienes fiebre. Dormirte en el regazo de tu madre. Verlo todo desde los hombros de tu padre. Hacer amigos en un rato. Creerte inmortal. Creer que los demás son inmortales. Tener abuelos. Curarte con un "sana, sana". Curiosear en los cajones. Ponerte la ropa de los mayores. Sentir que vuelas cuando te hacen el avión. Vivir veranos eternos. Meterte en los charcos. Señalar a la gente por la calle. Cantar canciones subidos en una silla. Amanecer con una sonrisa. Alegrarte porque llueve, porque hace sol, porque hay nubes, porque sopla el viento. Sentirte querido incondicionalmente. Llorar y reír sin vergüenza. Hacer de una herida una aventura. Recibir besos y caricias sin medida. Montar el belén. Poner bolas en el árbol. Disfrazarte con cualquier cosa. Empacharte sin culpabilidad. Gritar sin que te importen los vecinos. Aprender a leer. Ir al zoo. Saltar a la cuerda. Tocarte con las manos las puntas de los pies. Esperar con ansia el cumpleaños. Dormir de un tirón. Dejar que decidan por ti.

Intranquilos, dolidos, resentidos, ansiosos, impacientes, injustos. Nuestros pequeños están esperando ser felices de nuevo sin saber que con la libertad que tanto ansían perdieron el paraíso.

(Imagen: Quino)