sábado, 26 de febrero de 2011

Marco y su madre

En un puerto italiano
al pie de las montañas
vive nuestro amigo Marco
en una humilde morada.
Se levanta muy temprano
para ayudar a su buena mamá.
Pero un día la tristeza
llega hasta su corazón.
Mamá tiene que partir
cruzando el mar
a otro país.


Hasta aquí, bien. Pero, ¿"no te vayas mamá? ¿"no te alejes de mí"? ¿Debe la literatura perder la verosimilitud hasta ese punto? ¿Podemos imaginarnos un preadolescente que va a quedarse tan ricamente liberado del yugo materno preocupado por ello? Estas licencias que se toman los autores son de dudosa utilidad para fomentar el gusto por la lectura.

Vamos a suponer que un tal Marco pueda existir. Vamos a suponer que es un chico responsable que no intenta escaquearse de las labores de apoyo a la familia. Vamos a suponer que su madre se marcha y se queda en casa con su padre (de Rodríguez, ahí es nada) y con su hermano mayor (con ingresos independientes).

¿Cuál es la continuación más adecuada de la historia? ¿Sale el chico corriendo en pos de su madre o se organiza con el resto de los varones de la casa para disfrutar su recién estrenada libertad?
¡Pues resulta que el tal Marco inicia un viaje a otro continente para que su mamá vuelva a casa!

Pero vamos a ver, Marco, alma de cántaro, ¿tú crees que con tu madre cerca podrías aceptar ayuda de desconocidos, hacerte el interrail, montar en carro, llevar siempre la misma ropa, juntarte con gente de malvivir y sobre todo, Marco, podrías ir con un asqueroso mono encima sin lavarte las manos?

(Imagen: forodefotos.com)

viernes, 25 de febrero de 2011

Personajes (II) Don Quintín, el amargao

He aquí una de las categorías de más difícil acceso.
No cualquiera puede aspirar a ser un Don Quintín, el amargao. Se requiere mucha práctica, muchos años de experiencia en respuestas rápidas y certeras y mucha dosis de mala uva.
Para ser un auténtico amargao no basta con tener mala cara por  la mañana (todos nos miramos al espejo los lunes, ¿verdad?), no basta con tener un mal día y verlo todo negro, no basta con soltarle una puyita a ése de ahí con el cual hoy no tenemos paciencia.
No, ser amargao es un estilo, un objetivo personal, una visión del mundo. Es un todo, es un rasgo y un estado, es una manera de vivir.
El protocolo de detección de un Don Quintín, el amargao debe ser riguroso aunque si la piel se nos eriza cuando estamos al lado de alguien que nos parece que lo es nos dejaremos de protocolos y confirmaremos que hemos encontrado un ejemplar auténtico.
Pero si hay dudas, el protocolo fija que debe ser así en todo momento y con todo el mundo y que no debe dejar resquicio al optimismo ni a la esperanza por más que las cosas vayan a mejor. Sus opiniones y comentarios deben  oscilar entre lo negativo y lo muy negativo, sea para asuntos propios o ajenos. No debe entrar en la broma ni en quitarle hierro a nada: juzga que quien eso hace es un inconsciente o un ignorante.
Veamos.
Llegamos por  la mañana al trabajo y decimos "Buenos días". Su respuesta: "Ya me lo dirás dentro de un rato".
Comentamos en una pausa del trabajo "Tengo un pinchacito aquí en este lado". Su respuesta: "Así empezó un amigo mío, que en paz descanse."
Alguien enseña a su bebé y todos comentan qué mono es. Su respuesta: "Ya crecerá".
Reunión familiar donde se comenta "Parece que el chico no va a suspender tantas". Su respuesta: "Con una que suspenda, va listo".
Sobre la situación económica: "No hay esperanza".
Sobre las revueltas en los países árabes: "Vamos hacia una 3ª Guerra Mundial".
Sobre ecología: "En 20 años no podremos vivir en el planeta".
Sobre las relaciones sociales: "No se puede confiar en nadie".
Sobre la familia: "No trae más que problemas".
Sobre los medios de comunicación: "No hay uno que se salve".
Sobre el trabajo: "Saca lo peor de cada uno".
Sobre las vacaciones: "A los tres días ya te está estorbando todo".
Sobre la música: "Ya no hay canciones como las de antes".
Sobre literatura: "Sólo publican los cuatro taraos de siempre".
Sobre el cine: "Las películas de ahora o dan grima o dan pena".
Y así hasta el infinito.

No admite objeciones del tipo: anímate, ya cambiarán las cosas, tú crees que de verdad podemos ir a peor, sonríe, vamos a tomar algo y nos despejamos, siempre hay cosas por las cuales alegrarte, no será para tanto... Nos mira fijamente  y nos tacha de su lista de personas juiciosas que, evidentemente, son amargaos como él.

Ahora los llaman distímicos. ¡Qué ganas de cambiarle el nombre a las cosas!

(Imagen: Maitena)

miércoles, 23 de febrero de 2011

El Hola


Cuando voy a la pelu me lanzo sobre el Hola.
Si no la habéis hojeado nunca, os la recomiendo. Su lectura instruye deleitando.
El reportaje que a mí más me fascina es el que siempre aparece en las primeras páginas.
Un famoso -tipo Julio Iglesias o similar- o bien alguien no tan famoso -tipo los barones de Schneider o similar- nos muestran su casa -una de sus muchas casas- a través de un extenso y completísimo reportaje fotográfico.
El reportaje mantiene unos criterios que se concretan en lo siguiente:
1º La casa en cuestión es preferiblemente monotemática (regufio en los Alpes, ventana al Pacífico, palacete renacentista...).
2º La apariencia de cada estancia debe ser como de tienda de muebles en estado de mudanza. Cuanto más, mejor.
3º En cada una de las estancias debe haber un número inusitado de objetos. Por ejemplo, en un salón un mínimo de cinco sofás, en un comedor un mínimo de cuatro mesas, en una cocina un mínimo de tres hornos...
4º El/la/los dueños de la casa deben aparecer en las fotografías vestidos de manera incongruente con el sitio en el que  posan. Por ejemplo, en la cocina los collares deben rozar la encimera; en el jardín, el traje de noche debe llevar cola; en la biblioteca el atuendo debe ser de jinete...
5º Los propietarios deben asegurar que han participado activamente -mejor exclusivamente- en su decoración y que ésta se basa en las aportaciones de los diversos viajes a lo largo y ancho de este mundo (de ahí entendemos el look Semana Temática de El Corte Inglés).
6º Los pies de las fotografías deben ser tan obvios como sea posible. Por ejemplo, si el pie de foto reza "El marqués de Quétecrees reposa en el sofá de su salón azul" en la foto debe aparecer el márques sentando en su sofá en una habitación completamente azul.
7º Es también condición indispensable que en algunas de las instantáneas aparezcan el/los vástagos de los propietarios vestidos de Armani y con la primera operación estética recién hecha. El puntazo lo da el que, acompañando a estas fotografías, los padres destaquen que los educan en valores humanitarios y les inculcan la cultura del esfuerzo.
Cada uno de estos reportajes es tal homenaje al mal gusto, a la prepotencia y a la insolidaridad insolente que nos permite sentirnos bellos, buenos y verdaderos.
Si os cortáis el pelo en casa salid corriendo hasta el kiosko más próximo y pedid el Hola de esta semana. No os arrepentiréis.

lunes, 21 de febrero de 2011

Ser y no ser

Hace unos días vi por televisión un anuncio que me dejó ojiplática.
En el anuncio en cuestión un señor aparecía en el extremo de un sofá con el cabello completamente blanco y en el otro extremo con el cabello completamente negro.
Frente a él una señora madurita -examinadora, contratante, cazatalentos???- tipo Sharon Stone venida a menos valoraba y aprobaba las dos imágenes: una por la experiencia (cabello blanco) y  otra por la vitalidad (?????) (cabello negro).
Solución: el señor en cuestión debía, en previsión de verse involucrado en una situación similar a la descrita, ponerse una loción para teñir las canas cuya máxima virtud era ¡¡que no teñía todas las canas!!
Se acabó el anuncio y ahí me quedé yo, perpleja.
La primera parte tiene su enjundia: el cabello blanco es experiencia y el cabello negro es vitalidad. Muchas pegas se pueden poner a esto pero vamos a darlo por bueno.
Pero, ¿y la segunda parte?¿Nos quedamos en que es un anuncio con poca gracia? Pues pasamos página.
Pero, ¿y si nos da por pensar que refleja nuestra sociedad? La impostura (que es en lo que se acaba convirtiendo el querer serlo todo sin definirnos en nada) como un arma de éxito y el ninguneo de los que se conforman con lo que son en cada momento y piden que se les valore por ello.
Moraleja: a ver si ahora me voy a agobiar hasta con los anuncios.

(Imagen: blog.infoxel.com.ar)

domingo, 20 de febrero de 2011

Cosas que me aburren

Me aburren los cansinos, los que se miran el ombligo, los que te contestan diciendo siempre "pues yo".
Me aburre comer sin compañía y comer en general.
Me aburren las películas donde no salen mujeres y las películas cuyo final no se entiende.
Me aburren las canciones de José Luis Perales.
Me aburre la ópera.
Me aburren los Simpson, soberanamente.
Me aburre la gente que no tiene conversación y la que no te deja meter baza.
Me aburren los best-seller. Cuanto más gordos, más me aburren.
Me aburre depender de tantas máquinas.
Me aburre el facebook de mis alumnos.
Me aburre que hablen de fútbol y lo enterado que parece todo el mundo.
Me aburren los realitys.
Me aburren los anuncios que usan el sexo para vender cosas.
Me aburren los padres primerizos.
Me aburre tener que decir diez veces lo mismo. Me aburre que ni diez veces sean suficientes.
Me aburre Mariano Rajoy, me aburre Zapatero, me aburre Mas...
Me aburren los aburridos.
Me aburren los que no lloran y los que lloran sin lágrimas.
Me aburre el invierno.
Me aburre depilarme.
Me aburren las reuniones de vecinos.
Me aburre cocinar.
Me aburre no tener ni un momento para el aburrimiento placentero.

(Imagen: peruinside.com)

La Primera Ley de la Termodinámica

Dice la Primera Ley de la Termodinámica (así, a la bulla) que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
No seré yo quien ponga en tela de juicio las bases de la física y, en consecuencia, las bases de la ciencia, pero para mí tengo que algo falla.
Por ejemplo: de todos es sabido que la energía que tenemos al  levantarnos por la mañana (creada en el hueco de la almohada) se destruye paulatinamente a lo largo del día sin que veamos una transformación productiva (mis listas de colores y agendas diferentes nunca disminuyen, hecho éste que prueba que ninguna transformación se ha operado a mi alrededor como consecuencia de mi despliegue de energía).
Por ejemplo: la energía que ponemos en explicar a nuestros alumnos el concepto más simple se destruye en el choque con sus cerebros sin que veamos que se ha transformado en un conocimiento por su parte.
Por ejemplo: la energía vocálico-gestual que usamos para indicar a nuestros hijos cuál es el sitio donde debe dejarse la ropa sucia se diluye en el aire sin que se transforme en una reacción rápida y diligente para ejecutar la orden.
Por ejemplo: la energía que derrochamos para hacer creer que llevamos el control de las cosas y que no son las cosas las que llevan el control sobre nosotros se destruye cuando inopinadamente la comida se quema, el mantel tiene una mancha y nos pillaron los invitados sin arreglar. Ninguna transformación mágica acontece que nos haga lucir ante los ojos de los demás.
En fín, yo creo que debió ser un problema de transcripción y el enunciado de la ley sería: "La energía se crea y se destruye pero nunca se transforma"


sábado, 19 de febrero de 2011

Personajes (I) El maestro Liendre

Maestro Liendre: dícese de quien de todo sabe y de nada entiende.
Hagamos memoria sin esforzarnos  mucho: todos nosotros conocemos un montón de ellos.
Los encontramos entre nuestros compañeros de trabajo, nuestros conocidos y nuestros familiares más o menos cercanos. Menos peligrosos -por el contacto puntual- pero no por ello menos importantes son aquellos con los cuales coincidimos en la consulta del médico, en la cola de una ventanilla o, clásico entre clásicos, cuando nos subimos a un taxi.
Podemos ser expertos en la biodiversidad del caracol marino, en decoración isabelina o en cine bosnio-herzegovino: nuestro maestro Liendre siempre tendrá una información que nos falta, habrá leído un artículo novedoso o nos hará un resumen de la situación concluyendo con un "no te engañes".
Tienen una opinión formada en empresa, empleo, educación, salud, relaciones sociales, política exterior e interior, terrorismo de cualquier signo, futuro del planeta, ahorro energético, fútbol, toros, moda, literatura, música, inmigración... Dicha opinión no está sujeta a cambios ya que ha llegado a conclusiones definitivas que no entiende cómo no se le demandan desde los distintos ámbitos.
Los hay de toda condición social, los hay entre los ignorantes pero también entre los expertos reputados. Los hay reconocidos como maestros Liendre pero, curiosamente, hay otros que son escuchados con arrobo y veneración.
Su conversación, o más bien su monólogo, nos produce, en éste o cualquier otro orden: aburrimiento, perplejidad, asombro, miedo, vergüenza ajena, pena, agobio y desesperación.
La huida ante ellos es difícil: aterrizan en conversaciones ajenas, se acercan mucho invadiendo tu espacio, acomodan su paso al tuyo.
A menos que seamos expertos en independencia emocional (no saquemos este tema, que él o ella también lo serán) nos pueden arruinar el día... o la semana.

(Imagen: Maitena)

Según pasan los años

Nos cuesta aceptarlo pero pasan.
Jaimito escuchaba a los payasos, preguntaba incansable porqué porqué porqué, nunca salía de casa sin el muñeco descolorido, probaba a comer en el sofá, se quería levantar a las seis de la mañana los domingos, cerraba el trato de portarse bien si nos quedábamos un rato más con las visitas y podía pasarse dos semanas seguidas cenando albóndigas caseras.
Jaimito ahora escucha rap, gruñe lo que parece una respuesta sólo si es preguntado por tercera vez, nunca sale de casa sin el móvil, prueba a fumar en el sofá, se quiere acostar a las seis de la mañana los domingos, cierra el trato de portarse bien si nos vamos enseguida en las visitas y puede pasarse dos semanas seguidas cenando quebab.
Jaimito es nuestro Jaimito pero también parece ser que es el clónico del hijo del vecino, del amigo, del primo de Murcia...
Jaimito nos exaspera y no tenemos la tregua diaria porque, alguien tenía que decirlo: verlo dormir, desde que le salió el bigote, ya no es lo mismo.
Los padres y las madres nos sentamos a charlar pero ahora no es "el mío ya camina", "pues el mío tiene un vocabulario extensísimo" "pues al mío lo paran por la calle para decirle lo guapo que es". Ahora es "el mío tiene unos amigos muy raros", "pues el mío se echa la colonia al entrar en casa y no al salir", "pues el mío tiene aún hojas pegadas en los libros del curso y estamos en febrero"...
Pobres padres de Jaimito. Amén.

(Imagen: berlich@gmail.com)

jueves, 17 de febrero de 2011

Una imagen vale más que mil palabras

Pero como se trata de emplear las palabras, allá van.
La señora y el señor -presumiblemente pareja- que aparecen a la izquierda se muestran preocupados e intranquilos por la conducta de su pequeño vástago -presumiblemente primogénito-. No queriendo incurrir en los errores educativos -presumiblemente cometidos por desconocimiento- que sufrieron en sus propias carnes deliberan y llegan a la conclusión de que deben acudir a la consulta de un reputado psicólogo infantil -el señor Povedilla, presumiblemente-, que aparece a la derecha de la imagen.
Una vez allí, y acompañados por el pequeño -presumiblemente psicópata- manifiestan su honda preocupación y demandan su consejo -presumiblemente, previo pago-.
El especialista evalúa la situación: hace una anamnesis cuidadosa, consulta el vademecum y los precedentes -presumiblemente no es un caso aislado- y una vez concluida su detenida exploración concluye que ha de quitársele el martillo sin más dilación.
El progenitor, conmocionado ante el consejo -presumiblemente sabio- recuerda, entre la neblina en la que se encuentra su cerebro desde que es padre, la responsabilidad asumida -presumiblemente con conocimiento de causa- y se plantea si este acto podría tener consecuencias nefastas en el futuro desarrollo de su hijo. La palabra trauma, como un luminoso urbano, se enciende en su mente y pregunta atribulado si la retirada brusca de la herramienta contundente no será una solución excesivamente drástica.
Y he aquí que nuestro dr. Povedilla, con el buen criterio que le asiste, responde: "No, tontolhaba, no", frase en la cual la palabra "tontolhaba" corresponde a otro de sus certeros diagnósticos que le han valido la merecida reputación de la que goza.
Conclusión: "Más vale reír que llorar" (presumiblemente).

(Imagen: Forges)

Yo era mejor madre cuando no tenía hijos

He querido que mi blog se llame así porque así es como me siento en este momento de mi vida: peor madre que nunca.


Mis ositos de peluche se han convertido en ositos de peluche armados y, como francotiradores sin corazón, tiran a todo lo que se mueve.

Lo que se mueve incluye, en primer lugar, a su madre, que soy yo. Pero me siento segura porque este río turbulento lo cruzaron antes que yo millones de mujeres y salieron, con cicatrices, pero salieron.

Es rigurosamente cierto que yo era mejor madre cuando no tenía hijos: sabía cómo había que tratarlos en cada etapa de su vida; cómo superar la etapa del no, la del por qué, la del jo, y hasta la del túflipas; cómo vestirlos cuando se dejaran y cómo aconsejarlos cuando se vistieran ellos; cómo darles raíces y alas (que me parecía una frase preciosa hasta que descubrí que viene sin libro de instrucciones); cómo quererlos cuando menos lo mereciesen porque sería cuando más lo necesitaran (toma ya otra frase de toreo de salón)...

Y aquí estoy: perdiendo la paciencia, gritando hasta desgañitarme, mirándolos de arriba a abajo cuando se colocan la última prenda que compraron, acumulando rencor -poquito a poquito- contra lo que más quiero.

Yo era mejor madre cuando no tenía hijos. Esperemos que ellos no sean mejores hijos cuando ya no tengan madre.