martes, 14 de junio de 2011

¡Qué culpa tengo de quererte tanto!


En su  sensible blog Melina ha incluído un poema de Leopoldo Lugones.
Supongo que el poeta no pensaba en el amor de una madre a su hijo cuando lo escribía pero yo, sensible al tema desde siempre y en los últimos tiempos dramáticamente sensible, hago míos esos versos y digo: ¡Qué culpa tengo de quererte tanto!

Y sin embargo, culpa tengo. Soy culpable de confiar cuando no debo y desconfiar cuando no es necesario. Soy culpable de buscar sus manos y sentirme sola si ya no caben en las mías. Soy culpable de haber construído mi felicidad sobre un futuro ajeno. Soy culpable de pedir lo que yo doy. Soy culpable de ser dura y de ser tierna, de ser exigente y de ser condescendiente. Culpable de espiar, de escuchar. Culpable de no oír. Culpable de no ver. Culpable de ver demasiado. Culpable de llevar por bandera la maternidad. Culpable de querer que vean la vida con mis ojos, que sientan con mi corazón, que luchen por mis ideales. Culpable de avergonzarme por ellos cuando ellos son yo misma.

Soy culpable de no escuchar sus voces, de no valorar sus sueños, de que el cristal con el que miran me sea ajeno. Culpable de no tener paciencia, de no saber esperar que las aguas vuelvan a su cauce. Culpable de no aplicar lo que predico. Culpable soy pero ya estoy pagando: en el pecado llevo la penitencia.

Sólo he de decir en mi descargo que el amor es infinito. Pero también, como el poeta, he de decir "Y es tan hondo el dolor con que te quiero, que tengo miedo de quererte así". Que mi amor no les asfixie, que mi amor no les ahuyente, que mi amor no  les dé miedo, que mi amor no les aparte de mí.

(Imagen: Paty Cruzat "Abrazo máximo")