sábado, 19 de febrero de 2011

Personajes (I) El maestro Liendre

Maestro Liendre: dícese de quien de todo sabe y de nada entiende.
Hagamos memoria sin esforzarnos  mucho: todos nosotros conocemos un montón de ellos.
Los encontramos entre nuestros compañeros de trabajo, nuestros conocidos y nuestros familiares más o menos cercanos. Menos peligrosos -por el contacto puntual- pero no por ello menos importantes son aquellos con los cuales coincidimos en la consulta del médico, en la cola de una ventanilla o, clásico entre clásicos, cuando nos subimos a un taxi.
Podemos ser expertos en la biodiversidad del caracol marino, en decoración isabelina o en cine bosnio-herzegovino: nuestro maestro Liendre siempre tendrá una información que nos falta, habrá leído un artículo novedoso o nos hará un resumen de la situación concluyendo con un "no te engañes".
Tienen una opinión formada en empresa, empleo, educación, salud, relaciones sociales, política exterior e interior, terrorismo de cualquier signo, futuro del planeta, ahorro energético, fútbol, toros, moda, literatura, música, inmigración... Dicha opinión no está sujeta a cambios ya que ha llegado a conclusiones definitivas que no entiende cómo no se le demandan desde los distintos ámbitos.
Los hay de toda condición social, los hay entre los ignorantes pero también entre los expertos reputados. Los hay reconocidos como maestros Liendre pero, curiosamente, hay otros que son escuchados con arrobo y veneración.
Su conversación, o más bien su monólogo, nos produce, en éste o cualquier otro orden: aburrimiento, perplejidad, asombro, miedo, vergüenza ajena, pena, agobio y desesperación.
La huida ante ellos es difícil: aterrizan en conversaciones ajenas, se acercan mucho invadiendo tu espacio, acomodan su paso al tuyo.
A menos que seamos expertos en independencia emocional (no saquemos este tema, que él o ella también lo serán) nos pueden arruinar el día... o la semana.

(Imagen: Maitena)

Según pasan los años

Nos cuesta aceptarlo pero pasan.
Jaimito escuchaba a los payasos, preguntaba incansable porqué porqué porqué, nunca salía de casa sin el muñeco descolorido, probaba a comer en el sofá, se quería levantar a las seis de la mañana los domingos, cerraba el trato de portarse bien si nos quedábamos un rato más con las visitas y podía pasarse dos semanas seguidas cenando albóndigas caseras.
Jaimito ahora escucha rap, gruñe lo que parece una respuesta sólo si es preguntado por tercera vez, nunca sale de casa sin el móvil, prueba a fumar en el sofá, se quiere acostar a las seis de la mañana los domingos, cierra el trato de portarse bien si nos vamos enseguida en las visitas y puede pasarse dos semanas seguidas cenando quebab.
Jaimito es nuestro Jaimito pero también parece ser que es el clónico del hijo del vecino, del amigo, del primo de Murcia...
Jaimito nos exaspera y no tenemos la tregua diaria porque, alguien tenía que decirlo: verlo dormir, desde que le salió el bigote, ya no es lo mismo.
Los padres y las madres nos sentamos a charlar pero ahora no es "el mío ya camina", "pues el mío tiene un vocabulario extensísimo" "pues al mío lo paran por la calle para decirle lo guapo que es". Ahora es "el mío tiene unos amigos muy raros", "pues el mío se echa la colonia al entrar en casa y no al salir", "pues el mío tiene aún hojas pegadas en los libros del curso y estamos en febrero"...
Pobres padres de Jaimito. Amén.

(Imagen: berlich@gmail.com)