sábado, 18 de junio de 2011

La madre de Caperucita

Cuando yo vuelva a nacer, si vuelvo a ser madre, me pido ser la madre de Caperucita.
Esta mujer, de la cual no sabemos ni el nombre, es mi heroína, la persona que vive su  vida y halla su felicidad en saber siempre lo que hace, sin reflexiones culpables ni remordimientos.

Veamos la historia:
Tiene una madre que vive sola en un bosque, en una casa solitaria cuya puerta se abre tirando de una cuerda. Está en cama porque no se encuentra bien y ningún medio de comunicarse conocido, que sepamos, tiene a su alcance.
Tiene una hija, por la estatura con la que aparece en las ilustraciones de no más de 10 años, que no va a la escuela ni se relaciona con nadie.

Con estos mimbres el personaje de la madre de Caperucita -muy hacendosa, eso sí, porque le ha hecho la capita colorada- debería ser un alma torturada. Corriendo entre su casa y la del bosque para atender a su madre, buscando para su hija alguien que la cuidara durante su ausencia y también decidiendo qué ofrecerle para mejorar su futuro. Pobre madre, hubiera podido ser la protagonista de un cuento torturado, de gran profundidad psicológica del personaje, ocupando sus tribulaciones el centro de la historia.

Pero, ¿qué tenemos?. Una madre dedicada a sus labores cotidianas que llenan su ocio y la realizan -ahora coso un vestidito, ahora hago unos pasteles, ahora emboto miel- que recuerda que su propia madre no está muy bien y debería llevársele algo de comer. Así pues prepara una cesta: miel, vino (???Sí, en algunas versiones le envía vino, digo yo que para olvidar las penas) y un pastel. Ir ella no le va bien, quizá daban su serial favorito o una causa similar. Así que quién mejor que su hijita. Sólo debe atravesar el bosque, tener cuidado con un lobo que ronda y no salirse del camino. Cosas todas ellas al alcance de una niña de diez años bien educada. Le hace unas recomendaciones al respecto y la envía a cumplir con su misión.

El resto del cuento todos lo sabemos: se encuentra al lobo, le habla, se sale del camino, hace todo lo contrario de lo que debería y le pasa lo que le pasa.

Por mucho menos de eso la Administracion Pública le quitaría a esa madre la custodia y se la acusaría de maltrato a menores y a ascendientes a su cargo pero en este cuento no recae en ella ni la moraleja. La moraleja es para la niña: ojo, no desobedezcas a tus mayores que siempre velan por ti y saben lo que hacen. Anota los valores que te preservarán de los problemas: discreción en el trato con desconocidos y obediencia a los consejos maternos.

¡Qué gusto sería ser una madre así! Libre de culpas, de duelos y quebrantos por lo que ha sucedido o por lo que pueda suceder. Exculpada por el mundo y por una misma. Dejando que cada cual viva como pueda y siga o no los consejos sacando las consecuencias oportunas. ¡¡Me pido el personaje!!

(Imagen: jorgulio-nuube.blogspot.com)