lunes, 6 de junio de 2011

Caminos donde creció la hierba

Hace menos de veinte días fue mi cumpleaños. Cumplir años siempre es bueno porque la alternativa ya sabemos cuál es. Aun así hay años en que nos coge en mal momento y rememoramos tiempos mejores y oportunidades perdidas y cosas que hicimos y cosas que no hicimos y personas que añoramos...

Algo que me ronda en la cabeza desde ese día es cuánta gente conocemos y cuánta llegamos a perder sin motivo.
Una frase que ha rodado por el mundo desde Platón hasta nuestros días nos aconseja no dejar crecer la hierba en el camino de la amistad. Una frase certera pero un consejo difícil de seguir. A veces, ni siquiera dejamos que el camino florezca: hay una afinidad, un algo que nos une pero que no cuaja porque no hay tiempo ni hay oportunidad. Otras veces ha llegado a haber muchas cosas compartidas, buenos y malos momentos, muchas horas del día que, de repente, quedan en nada.

Con esta entrada quiero hacer un pequeño homenaje a muchas de las personas que pasaron por mi vida, que fueron mis amigos o pudieron llegar a serlo y que quién sabe dónde están.

Añoro las conversaciones con Dora, de Bélmez de la Moraleda, cuando íbamos y veníamos de Esparraguera. Añoro las esperas interminables en casa de Dolors, mientras comía con sus hermanos, antes de ir al cole. Añoro los paseos por el pueblo con Mari Carmen, comiendo pipas y sidral. Añoro las comidas atragantadas de risa con todo el claustro del Montpedrós. Añoro a compañeros del instituto que parecía que iban a ser amigos para siempre: Pedro, Tete, Manoli, José Luis, Marta y tantos otros. Añoro a Carlos, Eulàlia, Carmen y Quico, animados siempre. Añoro a Montserrat, reflexiva y tan compañera. Añoro incluso a aquellos de los que no me acuerdo y por ello, más los añoro: porque definitivamente se colaron por la rendija del tiempo.

(Imagen: es.123rf.com)