domingo, 3 de julio de 2011

De mi pasado vengo (IV)



Creen nuestros jóvenes que han descubierto las redes sociales. Creen que sus feisbuscs, sus tuiters, sus tuentis, les relacionan, les sostienen, les acercan, les descubren amistades, les añaden vida a su vida.

No saben que las redes sociales han sido para los jóvenes, desde siempre, el ambiente que les sustentaba, el descanso que les esperaba, la ilusión de los primeros años, el compañerismo...

Acabar el día, reunirse con los amigos, decir intrascendencias -o trascendencias, vete a saber- beberse la vida, compartir las ilusiones, diseñar el futuro... Esa es la masa de la juventud.

En esta foto aparece mi padre (de pie, a la derecha) junto a algunos de sus amigos. Son todos muy jóvenes, aunque no lo parezca. En aquella época entrar en la vida adulta era reproducir paso a paso a los mayores: el cuidado bigotito, el traje de los domingos, la pulcritud... incluso el luto en la manga.

Lo que sí sigue siendo un factor común es el alcohol: una botella de aguardiente y unos cuantos vasos para invitar a la complicidad. Botellón, pero en el velador de un bar.

Alguien, un privilegiado, aparece con una cámara de fotos y el instante queda para siempre: juventud y amistad. Lazos para el recuerdo. Momentos que no volverán.

(Imagen: fotografía familiar. Principios de los años 50)