miércoles, 8 de junio de 2011

Conducir en perfectas condiciones

Hace unos días fui a renovar mi carnet de conducir.
Teniendo en cuenta que un automóvil puede convertirse con facilidad en un arma de destrucción masiva no es éste un trámite que pueda tomarse a la ligera y así lo entiende la administración exigiendo un informe médico que certifique tu salud física y mental.

Así pues, con la alegría que la responsabilidad ciudadana imprime, me dirigí a uno de los centros autorizados para dicho trámite.

Primer paso: entras y en el mostrador de recepción te piden 92 euros que pagas sin rechistar. Que tú dices,  vaya por Dios, lo primero cobrar. Pero no, se te escapan, porque no eres especialista, los objetivos que tiene cada uno de estos pasos. Cuando tú pagas religiosamente lo que te han pedido la amable chica recepcionista no sólo marca en una casilla "cobrado" sino que certifica que:
a) el usuario acata las normas sin asomo de rebeldía ni cuestionamiento,
b) el usuario controla los accesos de ira súbitos,
c) el usuario responde con equilibrio y templanza a las situaciones de riesgo y peligro que se le presentan imprevisiblemente,
d) el usuario no padece taquicardías, ataques de ansiedad ni trastornos varios ante situaciones de estrés y tensión.

 Seguidamente pasas al despacho del oculista. La vista es la que trabaja primordialmente en la conducción así que el facultativo se asegura de que ésta esté en perfectas condiciones. Para que tu autoestima no se resienta, eso sí, te coloca a un metro aproximadamente del cartel que debes leer con tino.

En el siguiente despacho te toman la tensión, que consideran normal si se mueve en la franja de entre 2 y 18. Si estás por debajo de 2 te recomiendan beber café y si estás por encima de 18 que no lo bebas. También te auscultan. Por debajo o por encima de la ropa según tu aspecto. Yo estoy en un grado medio pues requirieron que me desabrochara algunos botones (para la edad que tengo no está mal). El oído se obvia. Total, para lo que hay que oir.

Y para finalizar entras en el despacho que ostenta el cartel de "Psicóloga". Aquí primero te colocas a los mandos de un aparatito consistente en dos manivelas. Con cada una de ellas debes dirigir un vehículo que se mueve en dos franjas que avanzan haciendo curvas y rectas aleatoriamente. Cuando dicho vehículo toca los márgenes el aparatito en cuestión pita. Lo normal es que los pitidos sean continuos (se oyen desde el pasillo) pero la señorita psicóloga considera que como normalmente, excepto en las películas de James Bond, no se conducen dos vehículos a la vez, la prueba está superada satisfactoriamente.
También te pregunta si tomas psicofármacos, drogas, medicación para depresión, ansiedad... a lo cual tú contestas que no. Y ella te cree porque sabe que dices la verdad, que para eso ha estudiado.
Y como colofón te sientas delante de una webcam para hacerte una foto. La pega que tiene esta foto es que has de bajar la barbilla hacia el cuello con lo cual las posibilidades de que te saquen papada aumentan peligrosamente. La ventaja es que la señorita psicóloga ve en su pantalla no sólo tu imagen sino que el sofisticado aparato descubre -como los escáneres en los aeropuertos- si llevas un embudo invertido colocado en la cabeza. Si no es así lo que parece una inocente fotografía acaba de certificar fehacientemente tu salud mental.

Y revisión concluida. Pasas por recepción y te dan un resguardo que te permitirá conducir hasta que te llegue a casa el carnet renovado.
Y sales pletórica, en la confianza de que los cientos de conductores con los que te cruzas en la carretera han pasado, todos ellos sin excepción, por el  mismo control que tú. Como mínimo están tan sanos como dice su certificado médico.


(Imagen: testblog.net)