viernes, 13 de mayo de 2011

De mi pasado vengo (I)

Queda, con esta entrada, inaugurado un nuevo tema: el pasado personal que nos construye. De él venimos y a lo que otros vivieron le debemos mucho de lo bueno y de lo malo que somos.

Mi padre tendría seis o siete años cuando mi abuelo Nicolás se quedó sin su trabajo de guarda de campo. Mi padre, llorando, sólo acertaba a decir: “Entonces ya no podré ser zapatero”. Porque era toda una carrera y una liberación, para quienes no tenían tierras suficientes para trabajar en lo suyo, el hecho de no tener que ir de jornalero con nadie. Zapatero era, en aquel lugar y en aquel tiempo, casi una profesión liberal, con prestigio -no sólo arreglaban sino que también hacían zapatos-, que permitía vivir con dignidad y sin la dureza del campo.

En esta foto mi padre está en su zapatería, cerca de las Pilas, el lavadero público del pueblo, con dos aprendices suyos y rodeado de las herramientas y materiales usuales de su trabajo. La zapatería no era sólo eso: era un casinillo, un lugar de reunión para los hombres del campo cuando llovía y no salían a las tierras, o en las horas de sol en el verano, cuando ya habían vuelto “de mañaná”, o en las épocas en que no se hacían demasiadas labores; para los viajantes, que estaban unos días en el pueblo, se hospedaban en la fonda, charlaban y se ralacionaban con todo el mundo; para los enfermos, que se recuperaban con la charla y con los cigarrillos compartidos; para el "tonto del pueblo"; para los chiquillos que no tenían la obligación de la escuela... Las mujeres, por el contrario, tenían pánico de ir allí: se las miraba, se las piropeaba, se juzgaba cómo eran, lo que hacían, su fama, su vida… Las madres sólo mandaban a las niñas o iban ellas mismas: las mocitas casaderas evitaban incluso pasar por la puerta.

Mi padre tenía fama de ser un “echao pa’lante”. Por eso, y porque era casi ocho años mayor que ella, cuando se "arrimó" a mi madre su familia no lo vio con buenos ojos. Pero aquel iba a ser el final de su carrera de mujeriego y estaba escrito: mi madre me contaba que el día en que él se fue a la mili –ella era una niña de unos once o doce años- fue a la plaza a verlo subirse al camión de los quintos. Subió de un salto, con desparpajo y chulería, y ella penso en qué buen novio sería.

(Imagen: foto familiar. Año 1953 aproximadamente)

5 comentarios:

  1. Me gusta mucho el tema iniciado.
    Somos de donde venimos, y eso no hay que olvidarlo.
    Te sigo.
    Cuando el blog tenga muchas entradas de este tipo y de recuerdos, etc., podrías recopilarlo en "Unas memorias".
    Merece la pena meditarlo. Aunque la recopilación sirva sólo de herencia familiar, ya vale la pena.

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  2. Sí, yo también lo creo. ¡Tenemos todos tantas historias bonitas que contar para que no se pierdan con quienes las vivieron!

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  3. Me gusta el tema iniciado.
    Te sigo.
    Venimos de nuestro pasado y el legado personal nos confiere nuestra propia historia.
    Con este tipo de entradas, se trasmiten tus memorias. Tu personal herencia familiar en el recuerdo.
    Felicidades por la idea.

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  4. Se perdieron los anteriores comentarios con el problema que ha tenido blogger esta semana.

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